En el infierno, Don Juan si es capaz de salvarse. Pero, necesita completar su última conquista que, debiendo a su modo en que vivía, pudiera completar sin ningún problema:
Tiene que conquistar a la única persona a quien obviamente estaba enamorado—su propio reflejo.
Don Juan mira dentro del lago claro que le refleja y le empieza a decir su mejor poesía para conquistarlo. Pero, el reflejo le repite lo mismo que dijo. Don Juan lo oye y realiza que necesita responder con más entusiasmo para conquistarlo. Entonces empieza un ciclo interminable de la poesía amorosa. Y como Don Quijote, llegaron a un punto cuando se les cosieron los sesos como un huevo hervido.
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